lunes, 25 de octubre de 2010

TIENES UN AMOR Y UNA PASION

Sí, todo el mundo lo tiene, lo sé, no eres nada excepcional.
Tu amor, como el amor de todos, te aporta tranquilidad, serenidad, estabilidad.
Tu pasión, como la pasión de todos, te aporta ilusión, emoción, sueños.
Y no puedes decidirte. No debes.
Los dos coexisten porque debe ser así.
Tu trabajo es hacerlos convivir.
Da igual como se llame uno y otro.
Da igual si son lo mismo o no.
Los necesitas a los dos.
El amor te llena, te envuelve, te deja pensar y te apacigua.
La pasión, llena tu tiempo, te deja ese olor especial, te impide pensar llevándote por el mundo de los sueños y lo imposible, y te levanta los pies del suelo para según te corresponda, estallarte contra el suelo o contra el cielo.
Sabes que uno y otro acaban, como acaba todo; sabes que uno y otro confluyen, por sensatez y por necesidad, porque no se puede caminar en dos caminos a la vez, y sabes que un día tendrás que elegir y pides una y otra vez que no sea así, que eso “a ti”, no te suceda.
Necesitas vivir en los dos mundos para que eso compense las carencias de uno y otro lado, de tu vida real y tu vida fingida, de tu ayer y tu hoy, de tu sueño y tú mismo, de tu ego y tu nobleza.
Necesitas que los dos mundos te dejen de ahogar y puedas ir de uno a otro sin remordimiento y sin parar.
Quieres el concubinato de todo lo que quieres y deseas para no tener que elegir y no tener que desechar nada de lo posible y pensable.
Quieres que todo esté a tu alcance, para controlarlo o para poder vivir en paz.
Quieres y deseas, ya sin sufrimiento, pero sintiendo que todo lo negativo que sentiste, te aprisiona en un mundo que no es el tuyo.
Quieres querer lo que tienes, pero no quieres no querer lo que deseas.
Y no sabes dónde está tu límite y donde está el principio de todo.
Ya no dudas en que haces lo correcto, pero sí dudas si, haciendo lo correcto, haces lo que quieres.
Nadie está libre de decidir sobre lo que está bien o lo que está mal. Tampoco tú.
Sabes que has encontrado el amor y la pasión. Sabes que hay amor y hay pasión. Pero no sabes cuánto amor hay en tu pasión y cuanta pasión puede haber todavía en tu amor.
Sabes que siempre tras el amor hubo una pasión, y que la pasión termina en amor, aunque sólo  sea por ternura.
Lo que no sabes es si tu pasión vale la pena, para que se convierta en un amor irreconciliable o ese amor que está presente, puede ser una pasión momentánea que pueda satisfacer tu ego de vez en cuando.
Sabes y no sabes y te debates en la dirección que has de tomar o en no tomar ninguna.
Quieres y amas, deseas y vives, a veces conjuntamente y a veces de forma alternativa.
No tienes ni idea por dónde empezar, ni seguridad en lo que haces y te dejas llevar.
Y  caminando aprendes a caminar y a confiar. En ti y en los demás. Y caminando aprendes a equivocarte, por tus errores y por los errores de otros. Y caminando te cansas y lloras: por lo perdido, porque sabes que no hay retorno y porque se asoma la duda, la duda de saber si estás en el camino correcto, en el camino que te lleva a la felicidad.
La felicidad que todos perseguimos, la felicidad que no tiene fin, pero tampoco principio, la felicidad que es aquella que ya tenemos….
Y caminando miras atrás o te preguntas si debieras hacerlo. Y arrastras tu pasado o miras a tu futuro, sin vivir tu presente.
El presente, el valor más importante de todo lo que tenemos junto con la vida. La vida y el presente, el presente y la vida, el amor y la pasión, la pasión y el amor. Realidades encontradas, realidades complementarias.
Has decidido bien. No es porque yo lo diga, es porque lo dices tú. Todo el que es capaz de tomar una decisión, acierta. Y acierta porque para ello ha tenido que reflexionar, bien o mal, con acierto o no, pero con calma, con conciencia o con serenidad.
Todo lo que hay que hacer es aceptarlo. Lo hecho está hecho.

viernes, 8 de octubre de 2010

MIS DIAS COMO PACIENTE: una experiencia de una semana

La palabra paciente, que procede de padecer y que se utiliza como un sinónimo de sufrimiento (por lo que una persona puede llegar a pasar en manos de los sanitarios), también es una cualidad que te permite tolerar y aceptar la adversidad que se te presente, hasta que ésta pase.
El paciente por norma, se somete a todo tipo de acciones sanitarias para poder escapar de su sufrir.
La persona paciente acepta lo que le pasa y espera que la adversidad pase, con calma y sin prisa.
El paciente puede desesperarse, no así la persona paciente.
Uno es un individuo, un usuario, la otra es una cualidad.
Pero ambas pueden confluir, deben confluir. No es un hecho y sin embargo debería ser una opción. La forma optimista o positivista que se adquiere con la cualidad de ser paciente, permite afrontar todo tipo de circunstancias adversas, incluidos los errores que día a día cometemos, todos.
La paciencia no es igual que la pasividad o la resignación, y esta circunstancia nos debe llamar la atención sobre la cualidad de ser un paciente. Debería ser lo mismo sin que significara abandonarte a las decisiones de los demás, aunque ese otro fuera un médico que supiera más que tú.
Y sin embargo…..
Fui paciente, una paciente sin ser una enferma. Me operaron, pero la operación era programada. Era necesaria y yo la pospuse tanto como pude, hasta que hice caso de las advertencias…..y de los peligros que conllevaría no someterme. Fui paciente y una paciente. Y no muy buena, todo hay que decirlo.
Tuve miedo e incertidumbre. No dudé porque sabía que era lo correcto, para eso era también médico. Pero tuve miedo.
Miedo de lo que sabía y de lo que no, miedo de que todo lo que siempre decía, no se cumpliera esa vez, y miedo de decirle a los demás, aparentemente convencida, lo que se tenía que decir en esos casos. Miedo de decir y de callar, miedo de preguntar y de no saber, y miedo de no tener miedo.
La aventura duró poco, muy poco, y fue muy intensa. Y me enseñó a desaprender lo aprendido y a redescubrir lo que ya tenía y disfrutaba.
Todo.
Desde el principio y a pesar de mi miedo, decidí que todo iba a salir bien. Que iba a ser rápido y sencillo y que iba a disfrutar del momento. Así era mi vida en ese momento, y así afrontaría esta adversidad a pesar de mi miedo.
A lo largo de mi vida he aprendido a vencer muchos miedos y muchas adversidades, y esta vez no iba a ser diferente.
Con esa maleta llegué al ingreso. Y encontré más incertidumbre y miedo a mí alrededor, angustia y desconocimiento. Y recordé que mi miedo principal era no salir de ésta, y había olvidado que podía complicarse todo. Había olvidado algo tan simple como que la operación podía complicarse, que un vaso podía sangrar inconvenientemente, que podía alargarse mi estancia en el hospital….en fin, olvidé todo lo que no quería saber.
Sin embargo tuve paciencia y me deje llevar, acepté todo lo que me estaba pasando y disfruté con cada momento inolvidable, disfruté cuando venían a verme y cuando donaban sangre en mi  nombre. Disfruté del cariño y ternura que me rodeaba y también de la profesionalidad de los que me cuidaban.
Disfruté cuando serví como primera experiencia de un estudiante, y atemorizado me pedía disculpas a cada paso y disfruté cuando me llevaban al quirófano. Temblaba, y sonreía.
El frío que me habían advertido iba a sufrir, me calaba los huesos, pero el calor de los míos y la delicadeza con la que me trataban los que me cuidaban, me hacían también disfrutar. Lo cuento como lo siento, porque lo sentí como lo cuento, como si de un cuento se tratara y aquello no fuera conmigo, dispersando mi miedo y mi mente.
Estuve llena de chistes y distractores para hacerme olvidar donde me encontraba, y lo encontré gratificante y tierno.
Se acercaron a ponerme la vía, en medio de todo el ruido que un cambio de turno y la alegría de verse de nuevo les llenaba. Recordé que, la humanidad de nuestra condición, estaba por encima de la corrección de las etiquetas, y me gustó. Para mí era fácil por mi doble papel  de médico y paciente, pero intuía que también relajaba a los demás que esperaban, mientras que los distractores olvidaban que estábamos allí para contarse sus intimidades o sus quejas. También pensé que eso alguien lo habría interpretado como dejadez, y me reí de su ignorancia. No era que aquello me gustara, que también, era que para ellos, nosotros éramos su trabajo, sin más. Y entonces desde el otro lado comprendí por qué.
Luego con la vía puesta, una sonrisa se me acercó y me dijo “yo soy la que te va a cuidar allí dentro”. ¡Dios! Fueron las palabras más reconfortantes que he escuchado en mi vida. Por más que hubiera querido tranquilizarme, jamás hubiera pensado en esas palabras y esa sonrisa amplia y franca tras esas palabras tranquilizadoras y reparadoras…….y me inyectó la tranquilidad por vena y por mente.
Y ya nada importó más, porque cuando me trasladaron para el quirófano perdí la noción del tiempo, y al despertar sentí que nada podía haber pasado, porque me encontré nuevamente acompañada.
Subir de nuevo a la habitación, esperar pacientemente la llegada de los turnos, los cambios de los sueros, los calmantes que parecía no necesitar, los primeros pasos ayudada, la preparación de mi compañera de habitación para su aventura quirúrgica, me acompañaron hasta la mañana siguiente.
Aquí sí sufrí un poco, porque la amenaza de pasar más de un día en la habitación no entraba en mis planes, y un riguroso de su trabajo, me advirtió cuales eran los plazos razonables para tal intervención, pero salí cuándo y cómo había deseado en mi cabeza, llegué a mi casa como quería y descansé más con el cuerpo que con la mente, que enseguida empezó a bullir escribiendo y observando cómo los míos me cuidaban y me impedían hacer lo que tantos otros días hacía.
Y redescubrí todo lo conocido, el cariño, la ternura, la protección, los sabores de la comida que podía comer, los olores de la que me estaba vetada, el recuerdo de lo que comía, incluyendo el recuerdo del sabor, la fuerza de voluntad de no comer lo que me dañaría, y la comodidad de tu ambiente y tu vivir, la suavidad del agua y la tranquilidad de tener todo lo que te hacía falta.
Descubrí, que tienes que dejarte querer y que, sin agobios, puedes depender de los demás. Que ellos están ansiosos por ayudarte, y que tú no puedes ser siempre la fuerte, la roca.
Descubrí la ternura y la compasión, de nuevo. Sin ser víctima. Sin quejarme. Sin excesos. Descubrí que todo estaba bien como estaba.
Descubrí la preocupación o la cortesía en algunos, que por otro lado no esperaba, y el preocuparse de otros que me brindaban de esa manera su amor.
Descubrí, que no estás sólo aunque seas un lobo solitario, y que los que deben estar están, y los que no, no.
Descubrí la alegría de un nuevo día que me traía un poco de mejoría más, un poco de tolerancia más, un poco de vida más.
Descubrí, que todo cuesta mucho, aunque sea un poco de nada, que sin embargo, me había propuesto que todo fuera bien, y que todo había ido bien.
Descubrí que tú eres lo importante, pero que los demás, consciente o inconscientemente, van contigo y te ayudan en tu camino.
Descubrí que nosotros los profesionales del sistema, a veces nos alejamos del auténtico padecer de nuestros pacientes o incluso de nuestros seres queridos. Y lo hacemos inconscientemente porque es nuestro trabajo. Quien se aleja, incluso por salud, de su mesa de trabajo, no es juzgado, el sanitario que necesita aislarse de ese mundo, si.
Descubrí de nuevo, todo lo que ya había descubierto alguna vez, pero lo hacía con la ilusión de cada descubrimiento. Recordé lo que se dice del final de tus días, y aunque no sentía que lo fuera para mí, aprendí que vivir el día y el momento, era lo que hacía yo. Y me gustó.
Supe que había pasado muy rápido por toda mi vida, supe también que lo seguiría haciendo de forma natural, pero supe que si lo intentaba podría ralentizar mi vida y disfrutar de todo como si fuera el último momento de mi vida. Sólo así viviría y disfrutaría cada instante.
En definitiva, mi paseo por el sistema me llenó de ilusión y de alegría por ver como la paciencia funciona, como puedes convertir lo que quieras en tu vida, y por descubrir gente maravillosa en una situación estresante. Me ayudó a redescubrir mi vida como persona y como profesional. Redescubrir, así es como definiría esta experiencia, y por ello pienso en seguir redescubriendo todo lo que ya conozco para disfrutarlo tan intensamente como esta experiencia.

lunes, 4 de octubre de 2010

ABANDONA LA QUEJA


No tienes de qué quejarte. Ni es bueno, ni es útil. Te contaré un cuento. O dos. Todo depende de las ganas que tengas. Del tiempo que tengas. Del tiempo que tengamos.
Vamos allá.
Un día cualquiera en un lugar cualquiera, me encontraba pensando. Casi iba a poner penando, pero no, estaba pensando.
Pensar es bueno y no lo es. Pensar es bueno porque te ayuda a reflexionar, y de la reflexión aprendes. Y en esta vida, todo es aprender. De los errores y de los horrores. De lo bueno y lo no tan bueno. Aprender y reparar tus errores. Aceptar y querer tus errores. Tus errores formando parte de ti mismo, de tu mundo y tu hacer……errores como algo más dentro de tu propia vida, errores que no llegan nunca a algo definitivo, error o errores contados y sonados.
Bueno, pues digamos que estaba pensando, y por tanto equivocándome. Equivocándome a conciencia, reparando las equivocaciones cometidas, para, al menos no cometer esas mismas, aunque cometiera otras.
Pensaba en la gente, en la vida, en las oportunidades, en las pérdidas. Pensaba en mi vida. Pensaba si vivía mi vida o vivía otra. Pensaba si estaba bien o mal ¿el qué? El todo. Todo podía estar bien o no, y para no juzgar, pensaba, cómo o dónde podía mejorar o haber mejorado mi propia vida.
Pensaba y pensaba y pensaba……..
Flusssssss……………flusssss ¿qué?
Flusss…….se cayó algo en mi pensamiento. Algo azul e intenso que cubría todo el pensamiento, que no dejaba continuar pensando, que inundaba todo lo que estaba organizando y reflexionando…..flusssss, hizo, flussss se oyó.
Fluss…….flus……..flus……
Parecía un tenue gorgojeo, un sonido metálico y suave, frío y doloroso, que venía a comprometerme en mi pensar. Parecía una dulce melodía de obligaciones que decía que ¡ya estaba bien¡, que abandonara ese estado de estupidez melódica que me embebía en mi propio interior….flus…..flus flus….una y otra vez….. flus, flus, flus……
Reconozco que al principio me asusté. ¿Sabes lo que significa oír un ruido dentro de ti, y que no sepas de qué se trata? Me asuste hasta olvidar mi miedo. Mi inseguridad. Mi estúpida candidez. Mi falta de “saber estar”.
Pero como siempre pasa, mi miedo, mi inseguridad, mi tiempo… mi vida pasaba y pasó, y dejó al aire mi estar y mi soy. Y el ruido me dejó ver el interior….flus, flus, flus……
Me inundaba, no me ahogaba, me cubría, no me acongojaba, me llenaba, no me sobraba, me decía, simplemente, flus, hola, estoy aquí, flus, ¿qué tal estás?, flus, ¿cómo te va?.
Es raro que un ruido te hablé. Es raro que un ruido te diga algo, porque los ruidos, habitualmente, molestan, pero aquel ruido, era distinto.
Era un ruido agradable, ni siquiera sé por qué lo llamo ruido. Quizás porque sonaba….
Flus….flus….flus….
El ruido… me quejaba del ruido…….me quejaba de oírlo y de hacerlo, me quejaba….
Pero el ruido seguía…..flus….flus…..flus….a pesar de mi queja, a pesar de mi protesta….flus, flus flus…..seguía incansable, seguía inabordable….flus, flus, flus….
Quería recordar algo parecido, y no podía…..flus, flus, flus……era un ruido extraño, ya lo había dicho, ya lo había oído y estaba intentando recordar…..a qué se me parecía…..
Flus… a un pájaro, flus….al mar, flus…..al viento….no, no era nada de esto.
Era………y aquí viene lo bueno…… era un descubrimiento….el ruido era…… mi intuición….¿era eso posible?. Pensaba que la intuición era sólo un sentir, un estar, pero jamás pensé que podría oírla…..era ¡todo un descubrimiento! Ahora me quedaba la duda ¡siempre la duda!...¿la podría oír cada vez que la necesitara? No, estaba claro que no podría, si no no se llamaría así, pero ¿que estaba haciendo?, me estaba quejando de nuevo sin quejarme…..¡tenía que disfrutar de ese descubrimiento y no desear otra cosa que no fuera disfrutar del momento!
¡¡¡Era eso!!!! Me estaba diciendo eso…flusssss…..flusssssssssss……flusssssssssssssssssssss.
El ruido se había hecho más intenso, cada vez más largo, y melodioso, y parecía contento de lo que había descubierto, de que lo hubiera descubierto….. flusssss….. flusssssssssss……flusssssssssssssssssssss.
La intuición me decía, el ruido me decía, que no me quejara, que viviera ese instante, ese preciso momento que vivía en ese momento y no en otro….así que me dispuse a abandonarme a ese ruido y a ese descubrimiento y me relajé. Me relajé tanto que descansé todo el cuerpo, descansé y descansé y cuando acabé de  descansar, el ruido me acompañaba como una dulce melodía flussssssssssssssssssss, de un solo tono, flusssssssssssssssssssss, alargado y sin pausa, flussssssssssssssssssss, y  no sólo no me molestaba, sino que me gustaba y me acunaba, flusssssssssssssss, y cuanto más lo oía más me gustaba, flusssssssssssssss. No se me parecía a nada que pudiera materializar, era simplemente mi ruido,  mi intuición, mi vida, mi momento.
Desde entonces, gracias a este descubrimiento, deseché para siempre la queja de mi vida, de mis momentos, de mis pensamientos, de mis emociones, de mi todo……flussssssssssssssssssss
La queja era negativa, destructiva y me hacía un agujero en el ánimo. Y sin embargo la aceptación, la belleza de lo instantáneo, fuera lo que fuera, era mi elección desde ese preciso instante………flussssssssssssssssssssssssss.