viernes, 28 de enero de 2011

¿NOCHE? o ¿SUEÑO?

La noche parecía planear sobre mi cabeza, intentando posarse….pero ¿era de verdad una noche cualquiera?.
Si, efectivamente era oscura, tan negra como aquellos nubarrones que permanecían en mi memoria, aquellos, que de alguna manera nunca había conseguido arrancar y que, alguna que otra vez, me torturaban en el recuerdo.
Veía los recuerdos oscuros de mi niñez, cuando temía estar solo. Me veía caer dentro de un oscuro pozo y luego en el instante siguiente despertarme con angustia, con el corazón latiendo a toda velocidad y una sensación insistente de opresión en el centro de mi pecho.
Parecía que ese color negro era como una de esas nubes que recordaba y que sin parecer amenazadora me cubría, como si me envolviera, aprisionándome entre sus brazos.
No había conseguido olvidar esa sensación y ahora al caer esa oscuridad y mojar mi pelo, me sentía igual y recordaba de pronto todas esas sensaciones.
Y era curioso, porque estaba perdido en un monte que no recordaba, y sin embargo no me causaba pánico. Y tampoco tenía miedo por el hecho de que la ropa, la poca ropa que me había quedado tras correr por el monte y quedar enredado entre mil y una ramas y ramitas, no me quitaba el frío intenso que parecía penetrar mis huesos.
La verdad es que no entendía nada. ¿Que me pasaba? Corría, y no sabía por qué. Estaba en un monte desconocido, y no sabía por qué. Tenía extraños e inconexos recuerdos, y tampoco sabía por qué. La oscuridad me atenazaba cada vez más y el miedo me impedía pensar: por qué, por qué, por qué….
Demasiadas incógnitas, demasiada angustia, o no. Al fin y al cabo, me estaba tocando vivir ese momento y yo sabía que dentro de poco o mucho lo entendería, así que me paré, intenté calmarme, y pensar que todo aquello era un sueño, que no estaba pasando de verdad, que era como un teatro igual que la propia vida, tan sólo una situación transitoria, donde mis recuerdos, mis pensamientos y mi vida se estaban mezclando e impidiendo que respirara.
Hice un ejercicio de respiración que conocía y recordaba, comencé a sentir simplemente ese aire misterioso que nos permite vivir, y una, dos, tres, más veces, y comencé a notar esa paz de antes de dormirme, esa sensación que recordaba como de paz y serenidad…..
No sé cuanto tiempo pasó, no sé si soñaba dormido o despierto, no sé que me pasó, pero al abrir nuevamente los ojos por el rayo de luz que entraba por la ventana, y me deslumbraba, me encontraba en casa, listo para comenzar un nuevo día, quedando todo ello en un recuerdo entre agradable y desagradable, pensando que efectivamente podía haber soñado o no….¿Quien sabe?

miércoles, 19 de enero de 2011

SIENTO TU DESPRECIO

Siento tu desprecio, sin creer merecerlo.
Siento que arrojas, injustamente, tu experiencia desagradable, y me haces sentir tu ira, creyendo que con ello tú, te liberas.
Creo que no sabes, que yo siento que cada uno de nosotros debe solucionar sus propios problemas sin tirarlos a la cara a los demás.
No me duele lo que haces porque tu ira me da lástima. Tú sufres más que yo.
Querría que nada de esto pasara, porque yo creo en la libertad y esa es la que nos ayuda a seguir caminando.
La libertad de elección. Todos la tenemos. Pocos hacemos uso de ella. Pero en nosotros habita.
Tú puedes estar aquí o no. Tú eliges. No eliges cómo. Pero eliges donde y con quien, a veces. Y si eliges estar, y lo eliges en libertad, debes ser consecuente.
La elección está hecha. La libertad maniatada. Y tú lloras. A veces con la ira, a veces con lágrimas, pero cada vez que alzas la voz, un llanto profundo te arrebata la razón y cometes un error.
El error de perder la libertad. El error de gritar a los demás. El error de quedarte cada vez más solo.
Contra eso no lucho, mejor dicho, no batallo. Me gustaría que supieras de qué hablo. Me gustaría que habláramos el mismo lenguaje. Pero mientras espero que no me claves la daga, lo que haré será esperar que algún día escuches. Y si no me puedes escuchar a mí, escuchar tu conciencia.
La lucha diaria de la libertad y la estupidez, es una lucha constante que no debe de acabar, porque es la lucha de los tiempos, pero aún siendo una lucha sin cuartel, no es una batalla siempre que no uses tus peores armas.
Sé que cuando llegue la claridad a los pensamientos y éstos se despejen, te sentirás idiotizado por tu propia insuficiencia, y sé que cuando eso suceda, a lo mejor no estaré para verlo, pero aún así se que sabrás que lo sé.
La vida se encarga de medirte y enseñarte, y a mí, sin importarme mucho lo que te pase, sin tener que perdonar tus ofensas, ni  curar tus heridas, a mí, también me medirá y me enseñará.
Y estoy preparada.

jueves, 13 de enero de 2011

CARTA DE TODAS LAS HIJAS A TODAS LAS MADRES

Hoy quiero hacer un homenaje a todos los silencios. Hoy quiero decirte que, cuando quieras decir te quiero, lo digas. Afortunadamente, yo puedo seguir diciéndolo, pero hay personas, como la que escribió esta carta que hoy llora. Por ellas, por todas, mujeres, madres e hijas......
Querida mamá:
Te escribo sin saber aún si vas a leer esto. Quizás no te lo de, pero me es necesario decirte una serie de cosas, que, por lo menos, no se me queden dentro, así aunque no las leas pensaré que te las he dicho.
No creas que soy cobarde, mamá, es que estoy asustada. No es lo mismo decirle a alguien lo que le va a pasar a su madre, que decírmelo a mi misma.
Me ha cambiado la vida mamá, como también te ha cambiado a ti, y tú ni siquiera sabes la mitad de lo que te ocurre, ni te hace falta, porque tú lo intuyes. Sabes lo que sólo te hará falta para vivir estos últimos días, o meses, o instantes, con cierta dignidad, con entereza, con tranquilidad.       
Ahora lamento tantas cosas mamá, que no he hecho por ti, no, no digas nada, lo sé, siempre has dicho que no valen lamentos, pero recuerdo tantas cosas que tú me diste, y que a lo mejor no supe agradecerte, que la amargura rasga como un punzón en medio de mi corazón, un corazón que no quiere ser víctima, un corazón que no quiere verlo, pero un corazón que llora.
Pero no quiero hacer un canto a la amargura, no, quiero ver y plasmar lo que se siente al otro lado de la mesa. Así el legado de amargura que vas a dejarme, lo convertiré en legado de esperanza o de comprensión cuando yo tenga que dar el consejo final, a alguien ajeno y distante para mí.
Te vas, definitivamente te vas, en días o en meses, pero yo no me lo puedo creer. Da lo mismo lo que diga el oncólogo o el anatomopatólogo, tú tienes vida y yo te veo bien. ¡No puede ser!, pero, es verdad que no pueden estar equivocados. Ellos son los profesionales ahora, y yo el familiar. En fin, esa es la vida. Tantas veces diciendo que todo se acaba en un soplo, cuando silenciosa y traicionera llega la muerte a buscarnos, y que esa es la ley de vivir, la ley fundamental de todo ser vivo, y que lo único que nos ha de servir es el equipaje que hayamos formado, que quedará en el recuerdo de quien nos velará. ¡Cuantas veces habré dicho que lo importante es la calidad de vida con que vivamos, y no el tiempo que duremos!. ¿Cuántas mamá?. Pero qué fácil es teorizar, y que difícil aceptar, y ahora mamá, tengo que aceptar que te vayas, que ya no estés para aconsejarme, o para escucharme, y que voy a tener que recurrir entre lágrimas a las fotos para recordarte. ¡Pero no puedo adelantarme!, todavía estás aquí, no puedo llorarte aún, tengo mucho que hacer contigo.
Estamos asustadas, tú por lo que no sabes y yo por lo que ya sé inevitable, y me parece muy duro decírtelo, y sé que tienes el derecho de saberlo (si lo sabré yo, que no paro de repetirlo en consulta….) Pero a ti no te veo preparada para saberlo, mamá. Y creo que ya que te vas, mejor es que no sepas cuando, que no limites tu estancia aquí y que disfrutes lo poco que te queda. Y sobre todo que sepas lo que te quiero y te necesito. No te lo he dicho nunca, y a pesar de nuestras diferencias y de nuestros problemas, te quiero y te lo voy a decir.
Para María y Mary Carmen. Octubre 04

jueves, 6 de enero de 2011

La muerte

HOY. Hoy vendrá. Te vendrá hoy y todos los hoy, porque la muerte es algo más de nuestra vida.
Nos han enseñado a temerla, a respetarla, a odiarla, a desesperarnos, pero la muerte sólo es algo más.
La muerte te hace cambiar y puedes morir todos los días y todo momento. Con cada cambio morirás a algo. Con cada sufrimiento, morirás igualmente. Con cada noche muere un día.
Pero el cambio te hace renacer a una nueva vida, a una nueva aventura, a una nueva emoción, a otra ilusión.
Con cada sufrimiento, matarás para renacer, enterrarás para crecer, te subirás a tu trampolín para subir sin descanso con cada resurgir.
Y con cada día, nacerá un nuevo momento, nacerá otra oportunidad.
No debes cerrar tu miedo a la muerte. No debes cerrar los ojos para no verlo, porque tras cada muerte, hay una vida diferente, una vida más.
Quizás te duela la propia muerte,  incluso tu propio morir.
Pero cada vez que mueras, renacerás por un algún lado, y te sorprenderá lo que tienes oculto, lo que te estaba esperando para ser descubierto de ti mismo.
Será mucho más apasionante que cualquier cosa que hayas descubierto, porque te estás descubriendo a ti mismo.
Por eso tienes que vivir cada momento como si nunca fuera a volver, porque cada vez que vuelva, será tu nueva oportunidad que no debes desechar.