viernes, 8 de octubre de 2010

MIS DIAS COMO PACIENTE: una experiencia de una semana

La palabra paciente, que procede de padecer y que se utiliza como un sinónimo de sufrimiento (por lo que una persona puede llegar a pasar en manos de los sanitarios), también es una cualidad que te permite tolerar y aceptar la adversidad que se te presente, hasta que ésta pase.
El paciente por norma, se somete a todo tipo de acciones sanitarias para poder escapar de su sufrir.
La persona paciente acepta lo que le pasa y espera que la adversidad pase, con calma y sin prisa.
El paciente puede desesperarse, no así la persona paciente.
Uno es un individuo, un usuario, la otra es una cualidad.
Pero ambas pueden confluir, deben confluir. No es un hecho y sin embargo debería ser una opción. La forma optimista o positivista que se adquiere con la cualidad de ser paciente, permite afrontar todo tipo de circunstancias adversas, incluidos los errores que día a día cometemos, todos.
La paciencia no es igual que la pasividad o la resignación, y esta circunstancia nos debe llamar la atención sobre la cualidad de ser un paciente. Debería ser lo mismo sin que significara abandonarte a las decisiones de los demás, aunque ese otro fuera un médico que supiera más que tú.
Y sin embargo…..
Fui paciente, una paciente sin ser una enferma. Me operaron, pero la operación era programada. Era necesaria y yo la pospuse tanto como pude, hasta que hice caso de las advertencias…..y de los peligros que conllevaría no someterme. Fui paciente y una paciente. Y no muy buena, todo hay que decirlo.
Tuve miedo e incertidumbre. No dudé porque sabía que era lo correcto, para eso era también médico. Pero tuve miedo.
Miedo de lo que sabía y de lo que no, miedo de que todo lo que siempre decía, no se cumpliera esa vez, y miedo de decirle a los demás, aparentemente convencida, lo que se tenía que decir en esos casos. Miedo de decir y de callar, miedo de preguntar y de no saber, y miedo de no tener miedo.
La aventura duró poco, muy poco, y fue muy intensa. Y me enseñó a desaprender lo aprendido y a redescubrir lo que ya tenía y disfrutaba.
Todo.
Desde el principio y a pesar de mi miedo, decidí que todo iba a salir bien. Que iba a ser rápido y sencillo y que iba a disfrutar del momento. Así era mi vida en ese momento, y así afrontaría esta adversidad a pesar de mi miedo.
A lo largo de mi vida he aprendido a vencer muchos miedos y muchas adversidades, y esta vez no iba a ser diferente.
Con esa maleta llegué al ingreso. Y encontré más incertidumbre y miedo a mí alrededor, angustia y desconocimiento. Y recordé que mi miedo principal era no salir de ésta, y había olvidado que podía complicarse todo. Había olvidado algo tan simple como que la operación podía complicarse, que un vaso podía sangrar inconvenientemente, que podía alargarse mi estancia en el hospital….en fin, olvidé todo lo que no quería saber.
Sin embargo tuve paciencia y me deje llevar, acepté todo lo que me estaba pasando y disfruté con cada momento inolvidable, disfruté cuando venían a verme y cuando donaban sangre en mi  nombre. Disfruté del cariño y ternura que me rodeaba y también de la profesionalidad de los que me cuidaban.
Disfruté cuando serví como primera experiencia de un estudiante, y atemorizado me pedía disculpas a cada paso y disfruté cuando me llevaban al quirófano. Temblaba, y sonreía.
El frío que me habían advertido iba a sufrir, me calaba los huesos, pero el calor de los míos y la delicadeza con la que me trataban los que me cuidaban, me hacían también disfrutar. Lo cuento como lo siento, porque lo sentí como lo cuento, como si de un cuento se tratara y aquello no fuera conmigo, dispersando mi miedo y mi mente.
Estuve llena de chistes y distractores para hacerme olvidar donde me encontraba, y lo encontré gratificante y tierno.
Se acercaron a ponerme la vía, en medio de todo el ruido que un cambio de turno y la alegría de verse de nuevo les llenaba. Recordé que, la humanidad de nuestra condición, estaba por encima de la corrección de las etiquetas, y me gustó. Para mí era fácil por mi doble papel  de médico y paciente, pero intuía que también relajaba a los demás que esperaban, mientras que los distractores olvidaban que estábamos allí para contarse sus intimidades o sus quejas. También pensé que eso alguien lo habría interpretado como dejadez, y me reí de su ignorancia. No era que aquello me gustara, que también, era que para ellos, nosotros éramos su trabajo, sin más. Y entonces desde el otro lado comprendí por qué.
Luego con la vía puesta, una sonrisa se me acercó y me dijo “yo soy la que te va a cuidar allí dentro”. ¡Dios! Fueron las palabras más reconfortantes que he escuchado en mi vida. Por más que hubiera querido tranquilizarme, jamás hubiera pensado en esas palabras y esa sonrisa amplia y franca tras esas palabras tranquilizadoras y reparadoras…….y me inyectó la tranquilidad por vena y por mente.
Y ya nada importó más, porque cuando me trasladaron para el quirófano perdí la noción del tiempo, y al despertar sentí que nada podía haber pasado, porque me encontré nuevamente acompañada.
Subir de nuevo a la habitación, esperar pacientemente la llegada de los turnos, los cambios de los sueros, los calmantes que parecía no necesitar, los primeros pasos ayudada, la preparación de mi compañera de habitación para su aventura quirúrgica, me acompañaron hasta la mañana siguiente.
Aquí sí sufrí un poco, porque la amenaza de pasar más de un día en la habitación no entraba en mis planes, y un riguroso de su trabajo, me advirtió cuales eran los plazos razonables para tal intervención, pero salí cuándo y cómo había deseado en mi cabeza, llegué a mi casa como quería y descansé más con el cuerpo que con la mente, que enseguida empezó a bullir escribiendo y observando cómo los míos me cuidaban y me impedían hacer lo que tantos otros días hacía.
Y redescubrí todo lo conocido, el cariño, la ternura, la protección, los sabores de la comida que podía comer, los olores de la que me estaba vetada, el recuerdo de lo que comía, incluyendo el recuerdo del sabor, la fuerza de voluntad de no comer lo que me dañaría, y la comodidad de tu ambiente y tu vivir, la suavidad del agua y la tranquilidad de tener todo lo que te hacía falta.
Descubrí, que tienes que dejarte querer y que, sin agobios, puedes depender de los demás. Que ellos están ansiosos por ayudarte, y que tú no puedes ser siempre la fuerte, la roca.
Descubrí la ternura y la compasión, de nuevo. Sin ser víctima. Sin quejarme. Sin excesos. Descubrí que todo estaba bien como estaba.
Descubrí la preocupación o la cortesía en algunos, que por otro lado no esperaba, y el preocuparse de otros que me brindaban de esa manera su amor.
Descubrí, que no estás sólo aunque seas un lobo solitario, y que los que deben estar están, y los que no, no.
Descubrí la alegría de un nuevo día que me traía un poco de mejoría más, un poco de tolerancia más, un poco de vida más.
Descubrí, que todo cuesta mucho, aunque sea un poco de nada, que sin embargo, me había propuesto que todo fuera bien, y que todo había ido bien.
Descubrí que tú eres lo importante, pero que los demás, consciente o inconscientemente, van contigo y te ayudan en tu camino.
Descubrí que nosotros los profesionales del sistema, a veces nos alejamos del auténtico padecer de nuestros pacientes o incluso de nuestros seres queridos. Y lo hacemos inconscientemente porque es nuestro trabajo. Quien se aleja, incluso por salud, de su mesa de trabajo, no es juzgado, el sanitario que necesita aislarse de ese mundo, si.
Descubrí de nuevo, todo lo que ya había descubierto alguna vez, pero lo hacía con la ilusión de cada descubrimiento. Recordé lo que se dice del final de tus días, y aunque no sentía que lo fuera para mí, aprendí que vivir el día y el momento, era lo que hacía yo. Y me gustó.
Supe que había pasado muy rápido por toda mi vida, supe también que lo seguiría haciendo de forma natural, pero supe que si lo intentaba podría ralentizar mi vida y disfrutar de todo como si fuera el último momento de mi vida. Sólo así viviría y disfrutaría cada instante.
En definitiva, mi paseo por el sistema me llenó de ilusión y de alegría por ver como la paciencia funciona, como puedes convertir lo que quieras en tu vida, y por descubrir gente maravillosa en una situación estresante. Me ayudó a redescubrir mi vida como persona y como profesional. Redescubrir, así es como definiría esta experiencia, y por ello pienso en seguir redescubriendo todo lo que ya conozco para disfrutarlo tan intensamente como esta experiencia.

5 comentarios:

María Mercedes dijo...

Me he quedado sin palabras!!!!No podía imaginar por un lado que escribieras tan bien ( qué vocación tienes!!!) y por otro que tuvieras esos temores con lo "fuerte" que pareces. Me alegra conocerte un poco más y permitirme disfrutar de tus pensamientos y sentimientos y más me alegra que estés bien. Ahora a disfrutar de las merecidas vacaciones.
Un beso.

Isabel dijo...

Ahora habría que encontrar una definición -difícilmente tan buena como la que tu has hecho del calificativo y del adjetivo del paciente y de la persona paciente- que nos explique como puede haber tantas diferencias en la especie humana. Tía, eres única. El grado de abstracción que consigues con cada hecho cotidiano (doy fe) me deja boquiabierta, siempre, y agradecida, por conocerte, por dejarme leerte, y seguir teniendo tu esencia cerca. ¡Gracias y besitos!

Javier Lorenzo dijo...

Y ¿para cuándo el libro? Si me gustó la historia del flusss... con el relato sobre la vivencia de la intervención me he quedado boquiabierto. Se intuía entre líneas tu madera narrativa y esto lo confirma. Lástima que las 24 horas del día no nos den para las obligaciones diarias y para leer las cosas maravillosas que escriben los amigos en sus blogs (aunque se hace el intento de vez en cuando). Ánimo y a seguir.

Mónica Fernandez Martin dijo...

Que bonito mami,tus palabras siempre calan hondo en mi.

Unknown dijo...

No se puede expresar mejor. Se puede tratar de contar lo que se siente o lo que nuestra piel nos trasmite, el corazón y la razón, el conocimiento y la profesión. Pero conjugar la percepción, la vivenvia y describirlo de esa manera, solo lo hacen los que tienen el don de la palabra, escrita, como en este caso.
Un beso, de un admirador.