Ayer.....
Rompiendo todo pronóstico, sin hacer ruido, dejaste toda
tarea y toda convicción, y decidiste empezar de nuevo en otra vida que no
sabías si era mejor.
Abandonaste las promesas y los amores, pensando que no importaría
qué pasara, porque estabas convencido de que nada sería peor que tu tormento.
Con la cabeza bien alta emprendiste tu lucha, y aún a pesar
de tus carencias, seguiste siempre
adelante.
Cuando la vida te abandonó, te diste cuenta de que tú la
habías abandonado hacía mucho tiempo.
Quisiste dejarlo todo organizado, y la muerte te sorprendió
jugando.
No pudiste evitarlo, o no quisiste, y temblaste cuando
sabías lo que iba a suceder.
Tus nervios o tus lágrimas te traicionaron en el último
suspiro, y sin embargo después, la serenidad asomó a tu expresión de siesta.
Ya no roncabas, pero aún así dormías, ahora para siempre.
Tu sueño tranquilo se vio interrumpido por los sollozos de
todos lo que se sorprendían de que te hubieras ido ya, sin avisar.
Tu expresión calmada contrastaba con la crispación de los
ánimos que te rodeaban.
Tu sudor frío, con el calor de los que te lloraban.
De repente, una procesión de falsedades y de tristezas, pasó
por delante de mí, que ausente y dolorida veía hipocresías, falsos afectos y
mucha ternura y compasión, todo al mismo tiempo.
En volandas asistí a todo el proceso triste de tu despedida,
sin entender muy bien qué estaba pasando, pero viviendo intensamente todo el
momento. Tanto que hoy que lo revivo 37 años después, me parece vivirlo de
nuevo.
Me imagino tu sonrisa
o tus carcajadas, al ver todo aquello, porque tú ya no sufrías más.
Sin embargo también me imagino tu gran desesperación por
dejar en aquellas condiciones a los tuyos.
Me imagino que tu alegría y tu tristeza se mezclarían para
dar paso a la serenidad que aparentabas.
Me imagino que tu perplejidad llenaban todas las dudas que
te acudían y te sacudían.
Me imagino que los que mostraban su gran hipocresía se
avergonzarían en privado o tendrían miedo de que ya no estuvieras.
Me imagino que tu semilla, estaría también presente en la
sombra de aquel invierno.
Me imagino que el dolor de los tuyos marcaría tu partida, y
también imagino que ésta sería como un soplo de aire fresco en tu vida castigada.
Al final, como buen soldado, un adiós y un hasta siempre. Tu
sangre en mis venas fluía con desconcierto. Los dos niños llorábamos afligidos.
Desconcertados. Solos.
Y sobrevivimos. Con el coraje de ella. Con la fuerza de la
voluntad. Con el cariño de todos. Sobrevivimos y somos los que fuimos y los que
nos hicimos.
Y ahora con tanto tiempo de calma, ahora, que ya no lloro y
sonrío recordándolo, ahora lo siento.
Siento sentirlo, y siento que no estés.
Siento lo que fuiste y siento tu amor.
Siento tu legado y siento que no lo veas.
Siento todo lo que he pasado, y agradezco la lección.
Todo esto me ha hecho lo que hoy soy: una parte
infinitesimal de ti. Por eso hoy pervives con nuestro recuerdo y con nuestro
amor.
Y esto se repite día tras día, y año tras año, sin necesidad
de culto y de reunirnos. Pero reunidos, somos más pensando en ti y
confortándonos, y riéndonos, y viviendo
Para papá, para Chanito, allá donde estés. 17-2-2012.