Hola otra vez.
Dónde has estado, o dónde he estado yo. Es la misma pregunta siendo aún diferentes.
Cada una por su lado, y las dos en el mismo.
Quizás hemos caminado juntas, o quizás no.
De cualquier manera somos la misma.
Una quiere ser brillante y admirada, la otra esconderse y desaparecer.
Una es todo alegría y fuerza, la otra llora en su debilidad.
Una se siente fuerte y capaz, envalentonándose ante cualquier reto.
La otra prefiere que le lleven de la mano y no tener problemas que resolver.
Una y otra de la mano conviven y viven, siguen el dictado de la esperanza, la fe y la convicción de sus sólidos principios.
Ambas aman y sufren, ríen y lloran, y como una dualidad sonríen a la vida que comparten.
Ambas, la cara de una misma moneda, encontrando cada día un nuevo reto y un nuevo aliciente.
Ambas solas, encontrando en la soledad la belleza y la fuerza para seguir adelante.
Y ambas felices porque tienen todo lo que necesitan a fuerza de no necesitar lo que no tienen.
Y cuando una llora, la otra apoya su dolor y le recuerda que sólo hay una dirección: seguir adelante.
Y ambas saben que su dios, mayor o menor, es quien las guía e indica el camino por donde ir.
Y es en esa dualidad, en ese saber quien eres y en no reconocerte, donde encuentras la serenidad, donde tú estás una y otra vez esperando que tu otro yo se una a ti para ser uno solo.
Dónde has estado, o dónde he estado yo. Es la misma pregunta siendo aún diferentes.
Cada una por su lado, y las dos en el mismo.
Quizás hemos caminado juntas, o quizás no.
De cualquier manera somos la misma.
Una quiere ser brillante y admirada, la otra esconderse y desaparecer.
Una es todo alegría y fuerza, la otra llora en su debilidad.
Una se siente fuerte y capaz, envalentonándose ante cualquier reto.
La otra prefiere que le lleven de la mano y no tener problemas que resolver.
Una y otra de la mano conviven y viven, siguen el dictado de la esperanza, la fe y la convicción de sus sólidos principios.
Ambas aman y sufren, ríen y lloran, y como una dualidad sonríen a la vida que comparten.
Ambas, la cara de una misma moneda, encontrando cada día un nuevo reto y un nuevo aliciente.
Ambas solas, encontrando en la soledad la belleza y la fuerza para seguir adelante.
Y ambas felices porque tienen todo lo que necesitan a fuerza de no necesitar lo que no tienen.
Y cuando una llora, la otra apoya su dolor y le recuerda que sólo hay una dirección: seguir adelante.
Y ambas saben que su dios, mayor o menor, es quien las guía e indica el camino por donde ir.
Y es en esa dualidad, en ese saber quien eres y en no reconocerte, donde encuentras la serenidad, donde tú estás una y otra vez esperando que tu otro yo se una a ti para ser uno solo.