En la vida que vivimos muchos confunden un derecho con una exigencia.
En la sociedad que nos ha tocado vivir, el derecho de cada uno se convierte con frecuencia en una exigencia.
Con la exigencia convive la violencia.
Con la violencia, el desafecto.
Con el desafecto, la perplejidad.
La perplejidad, nos lleva a la incertidumbre, y la incertidumbre al miedo.
Y el miedo nos impide caminar porque nos paraliza.
Ya antes, al exigir, se nos paralizó el sentido común. Ahora nos hemos paralizado por completo.
Aún así no es grave. Si queremos intentar vencer el miedo, podremos hacerlo.
Recordemos que podremos hacer todo aquello que podamos y queramos, pero antes que eso, podremos evitar ir salpicando de exigencias al mundo. Por lo menos uno de nos otros.
Sí, tenemos derechos. Además de tantas otras cosas, por ejemplo deberes. Y si estamos exigiendo nuestros derechos, ¿por qué no lo hacemos también con los deberes?.
No hablo de vivir por el deber, ni de vivir debiendo, sino de un equilibrio entre uno y otro.
El derecho y el deber deben convivir, porque ninguno es nada sin el otro. Se complementan y se completan.
Por ello mi propuesta es simple, haz lo que debes para llegar a lo que quieres, tu derecho, pero pide tu derecho, sin exigirlo, para poder hacer tus deberes sin que te ahogue. Sólo eso.