Lo peor del amor, cuando termina,
son las habitaciones ventiladas…
Y lo dice nada menos que Sabina, que utiliza maravillosamente los puntos suspensivos
el solo de pijamas con sordina,
la adrenalina en camas separadas.
Con un punto y final, como final es el proceso, todo proceso que por fin acaba.
Y habla con los puntos, como habla con las íes.
El punto es un final, los puntos suspensivos no, es sólo el nuevo comienzo, otro comienzo más, o dos o tres…
Lo malo del después son los despojos
que embalsaman los pájaros del sueño,
Y los puntos suspensivos deben seguir su curso, adelante, siempre adelante
los teléfonos que hablan con los ojos,
el sístole sin diástole ni dueño.
Y sigue hablando e intercalando pasado, presente y futuro
Lo más ingrato es encalar la casa,
remendar las virtudes veniales,
condenar a galeras los archivos.
Y como condena y como alivio, sigue cantando, sigue penando, y sigue poniendo sus puntos suspensivos…
Lo atroz de la pasión es cuando pasa,
cuando, al punto final de los finales,
no le siguen dos puntos suspensivos.
Y aunque él le haya puesto dos, y yo normalmente le ponga tres, o a veces hasta cuatro, mis puntos suspensivos sólo son eso: la suspensión de la vida, la creatividad, la alegría. Son sólo, la convicción de que todos tenemos algo que aportar, que nuestra mente puede y debe volar y soñar, y que no debe creerse nada de lo escrito, sin antes, probarlo y aprobarlo para sí mismo, a su forma y manera, a su medida…
Por ello para todos los que se paran ante unos puntos suspensivos…¡¡¡SALTEN!!! Vale la pena aunque sólo sea para dar el salto…