Lo soy antes de entender lo que eso era, antes de comprender que me iba a marcar mi vida.
Soy scout, y lo seré siempre, y no un patético boy scout como lo pintan quien quiere relegarlos a la estupidez y a la venta de galletitas. NO.
Yo soy scout y lo seré para siempre, por convicción.
Y soy hermana scout de todos aquellos que viven el escultismo de forma similar a como yo la vivo. Pero no soy una prima scout, y eso lo entienden quienes son scout DE VERDAD, quienes han tenido primos o sido primos, y quienes en el escultismo hacen lo que hacen.
Yo le debo al escultismo años intensos de vida, años de aprendizaje y de modelaje, años de amor y amistad, años de educación recibida y realizada.
Le debo ser como soy, pensar como pienso, y actuar como actúo.
Le debo la templanza y la alegría, la amistad y el amor por los niños.
Le debo las canciones y las estrellas, la naturaleza y el reciclaje.
Le debo conocer a tantas personas que no quisiera olvidar, pero que los años y las circunstancias difuminan, y que luego reaparecen para reavivar los rescoldos y aunque no sepa bien sus nombres o sus historias, me invaden de belleza.
Le debo un método, de trabajo y de vida, que calco en cada actuación consciente que ejecuto.
Le debo vencer mis miedos, externos o internos, que hacen de cada momento una superación más.
Le debo vivir con amigos que comparten mis principios e inquietudes.
Le debo saber discrepar sin que me vaya en ello la vida.
Le debo la vida que vivo y que he aprendido a vivir.
Le debo ser como soy y pensar como pienso, y en mi ser y mi pensar, esa bondad que algunos confunden con estupidez, marca mi norte, mi osa mayor y menor, y me permite enseñar esa flor de lis que llevo grabada a fuego y ese escudo forjado con el tiempo que obliga a resbalar los acontecimientos negativos que nada aportan a mi vida y recoger aquellos otros que son útiles en mi vivir.
Yo soy scout y lo debo a muchas circunstancias y personas, que me niego a nombrar para no olvidar a ninguno. Todos ellos lo saben, y todos tienen un hueco importante en mi memoria y corazón. Pero sobre todo se lo debo a mi grupo, donde nací y donde me crié: GS7. Ese grupo humano y estructural, tan grande como grandioso, tan envidiado como ignorado. Un grupo donde lo importante es la persona, grande o pequeña, de altura o de miras. Donde todo lo que quieras aportar es importante. Donde todo lo que pienses es escuchado, no sólo oído. Donde todo lo que hagas es valorado, y donde las reglas son importantes si las aceptas y entiendes. Donde no se te instruye, sino se te educa, a grandes y pequeños, y donde nadie es más importante que otro, salvo que tú lo quieras ver así, donde se trabaja la igualdad absoluta, porque todos somos semejantes. Donde todos los que se van vuelven, porque su lugar no es ocupado, y donde una sonrisa y una canción, dicen más que una norma impuesta.
No es una utopía, ni tampoco es perfecto. Tiene sus salvas y sus fallas. Pero con todo, la sólida base que se va construyendo desde hace 50 años, deja un rastro propio de lobos, pequeños y grandes, amigos y enemigos, que encumbran el trabajo hecho por cada uno de ellos, y tanto los viejos lobos, como los lobatos y lobeznos en todas las edades y medidas, todos, repito, todos, han construido este gran grupo, que a pesar de sus crisis y agonías, persiste. Y persistirá mientras nos dure el recuerdo y el corazón de tantos y tantos scouts de este grupo.
Y cuando el último se vaya cerrando la puerta con un “hasta luego”, nos quedará a todos la enorme satisfacción de haber seguido la máxima “deja este mundo en mejores condiciones de cómo lo encontraste”. Y esa es nuestra grandeza. La grandeza de éste y de otros Grupos similares.
AGUILA REBELDE.